La Federación ha nombrado a Fernando Hierro, uno de los jugadores más importantes de la historia del fútbol español, para el difuso cargo de director deportivo. Resulta difícil enjuiciar a una figura así sin tener en cuenta sus características como jugador, pero no parece justo dejarse llevar por los gustos futbolísticos para valorar su nombramiento. Sus defensores le recuerdan como un caudillo de la defensa y sus detractores como un hombre pendenciero y duro sobre el campo. Nada de eso parece importante ahora. Los datos objetivos dicen que se le ha nombrado por sus 18 temporadas como profesional, 89 partidos como internacional absoluto y, recientemente, un master en Dirección Deportiva. Es ahora cuando deberá demostrar si es capaz de convertirse en una figura positiva para las selecciones o simplemente se trata de un hombre privilegiado por su pasado como jugador de élite.
En el “debe” se puede reprochar, tanto a la Federación como al propio Hierro, una deficiente explicación de las funciones correspondientes al nuevo cargo. Con un simple “coordinar la parte deportiva” no es suficiente y, de hecho, se sabe más sobre aquello de lo que no se ocupará el nuevo director deportivo (elegir jugadores para la selección o tomar decisiones técnicas sobre el equipo) que sobre lo que sí hará. No estaría de más especificar si deberá, por ejemplo, coordinar a los técnicos de las categorías inferiores, colaborar con el seleccionador en la definición de las concentraciones y partidos amistosos, asesorar y presentar informes a la Junta Directiva de la Federación sobre el trabajo de los responsables deportivos, elegir nuevos seleccionadores, etc.
Por otra parte, es justo reconocer a Hierro lo acertado de sus primeras declaraciones. Su carácter impulsivo cuando era jugador e incluso –de forma muy injusta- su marcado acento andaluz han contribuido a que parte de la prensa y afición valore de forma negativa la capacidad de análisis y el discurso del malagueño, pero a la luz de sus primeras intervenciones públicas no existen reproches importantes que realizar. Más bien al contrario. Tanto en su presentación como en sus primeras entrevistas con la prensa especializada se ha caracterizado por un apoyo público sin reservas al actual seleccionador (aunque dentro de unos meses pueda tener que decidir su destitución) y un análisis razonable de la situación del combinado nacional. Parece especialmente acertada su argumentación en una entrevista con “El Mundo”:
"Cuando vamos a un Mundial -prosigue-, creemos que sólo hay una forma de ganar, jugando siempre bien, y eso es imposible. Además, eso nos crea mucha ansiedad. Yo creo que por eso muchos rivales hablan siempre de España como favorita, porque saben que tener que responder a esa calidad nos agobia. Si miras los ocho partidos de un campeón en un Mundial, seguramente ha ido un par de veces a la tanda de penaltis y ha jugado mal otros dos encuentros, pero nunca se ha puesto nervioso por un 0-0".
No es tan difícil, pero en tres años años Luis Aragonés ha sido incapaz de ofrecer una valoración deportiva tan sensata y estructurada.
El paso de los meses se encargará de aclarar si se trata de un hombre capaz de mantener un rumbo adecuado en las decisiones deportivas o, por el contrario, se trata de un conejo sacado de la chistera por un cada vez más acorralado Villar. Si es un asesor de lujo para la Directiva y el seleccionador o es un simple pararrayos. Y lo más importante: si su cargo está vinculado a la continuidad de la actual Junta o se mantendría en el cargo en caso de victoria electoral de la oposición.
(foto: www.rfef.es)
